Sanación a través la energía feminia

El mundo lleva sufriendo durante los últimos miles de años un gran desequilibrio.

Lo que debería ser una danza, la danza de Shiva y Sakti, donde el papel de lo masculino sería venerar y
sustentar a lo femenino, a la Tierra, se ha convertido en la dolorosa
tiranización de uno de sus aspectos, el aspecto yang, lo masculino. En la
historia de la evolución de la conciencia humana, lo masculino, unido al
hemisferio izquierdo, a los valores activos, racionales, analíticos, a la
voluntad, a la fuerza y a la acción en la materia, cayó en la ilusión de su
superioridad, frente a ese otro lado, el yin, caracterizado por los valores
receptivos, intuitivos, de sensibilidad, de sentimiento, de unión con las cosas,
de conocimiento directo que no pasa por el proceso racional. Valores ligados al
hemisferio cerebral derecho y a la energía del corazón. Valores no comprendidos,
denostados y percibidos con temor por el mundo masculino y que han sido
considerados tradicionalmente como síntoma de debilidad, además de haber llevado
a la hoguera a multitud de mujeres en la historia.

Seguimos viviendo en una civilización esencialmente
masculina y la jugada de la oscuridad es perfecta. Durante miles de años lo
masculino ha machacado a lo femenino y ahora le vende su propia liberación:
"hazte como yo"; libérate abrazando los patrones masculinos de competitividad,
hazte agresiva, hazte soldado, practica una sexualidad activa y separada del
corazón, métete en la rueda de la competitividad y el "éxito", aunque eso lo
pagues con un gran estrés interno (no es casualidad ver hoy en día a tantas
mujeres fumando compulsivamente, como medio de aplacar el dolor producido por la
desconexión con ellas mismas), sepárate de tu feminidad, considera tu regla como
algo molesto, un impedimento (para seguir en la rueda del mundo masculino), toma
la píldora (u otros inventos masculinos), aún a costa de destruir tu ciclo y
separarte de la energía de tu vientre y un largo etcétera...
Lo que se ha llamado la "igualdad de la mujer" no es más que sólo eso: en un mundo dominado
por la energía masculina, "no te preocupes, por fin puedes ser como nosotros".
Con eso se cierra el círculo y se asegura que el mundo no cambie, que el ser
humano siga esclavizado, sin poder acceder a la totalidad de su conciencia.

Aún así, las cosas ya han comenzando lentamente a cambiar.
El final de esa era yang está llegando a su fin y lo femenino, la Diosa, tiene
que tomar su poder, equilibrando el mundo. La sanación de la Tierra depende de
eso. En eso la humanidad se juega ni más ni menos que su supervivencia. Y cuando
decimos que lo femenino debe tomar su poder, como anotábamos en el artículo
anterior, no nos referimos exactamente a que la mujer deba tomar el poder. No
estamos hablando de "feminismo". Nos referimos a algo más amplio, más profundo,
más interno. A un cambio de conciencia en el ser humano, tanto en el hombre como
en la mujer. A un cambio de conciencia que refleje precisamente esa "danza" que
el Tantra entendió tan bien. Una danza de equilibrio y de amor, donde lo
femenino, bajo la protección y el apoyo de lo masculino sanado, sea la energía
que conduzca al mundo a una nueva dimensión, a una nueva percepción, en conexión
con lo divino que está en todo lo que nos rodea.